lunes, 20 de agosto de 2012

El lector increible

En la cima del monte Dibuti vive un hombre increíble del que se dice que es capaz de recordar todo lo que lee.
Es tal su fama que desde hace cientos de años, de todas partes del mundo, llegan viajeros al pequeño poblado de Abudabadi, para desde allí, iniciar la subida por la cara norte con tal de poner a prueba a ese fantástico lector.
Cuentan las crónicas que reyes y príncipes, en su afán de notoriedad, pusieron a prueba su capacidad de recordar y que todos sin excepción fracasaron en el intento.
Magos y científicos del uno al otro confín han elucubrado teorías sobre el fantástico poder que tiene el que como muchos llamaron "hombre que lee".
Las conclusiones mas generalizadas apuntan a, que bien no es de este mundo o a que su habilidad proviene de una mutación genética, ciertamente peculiar.
A su alrededor, como es habitual se ha creado toda una industria de recuerdos, fetiches, amuletos, y demás quincallería que se esparce por doquier en los cientos de puestos de baratijas que jalonan la subida al hogar del lector.
Respetado y venerado como uno de los hombres mas sabios y doctos del mundo su carisma a rebasado su don y muchos lo consideran ya un casi dios o un santo.
Sus palabras y opiniones son respetadas y convertidas en norma sin que nadie se plantee siquiera si son correctas o no.
Y ese es parte del problema.
Porque mucho de lo que el convierte en norma es parte de lo que lee... y mucho de lo que eleva a dogma de fe no son más que cuentos infantiles, fabulas o fantasías que guarda en su memoria provenientes de las novelas leídas.
No se si tal vez fue eso lo que llevo a la pequeña Ro a subir al monte aquella mañana, a guardar la cola de fieles que llevaba hasta el lector durante horas, y a plantarse con gesto adusto frente a el.
- ¿Es cierto que eres un hombre santo? .- Pregunto ante la mirada atónita de los presentes que no daban crédito a tal desfachatez.
Se escucharon murmullos.
- ¿Que dice esta niña? ¿De donde ha salido? ¿Dónde están sus padres?.
El lector increíble guardó silencio.
- Dicen de ti que eres un hombre santo porque puedes recordar todo lo que lees... Ten pues y comienza a leer a ver que hay de verdad.
La seguridad de las palabras de la niña hizo brotar algunas sonrisas fugaces entre los jóvenes, que rápidamente fueron guardadas ante la manifiesta desaprobación de los mas ancianos.
-¡Ten!.- Repitió mientra le entregaba un pequeño libro de cuentos.. de esos infantiles, letras grandes y dibujos con los que los más pequeños se inician en la lectura.
Al verlo las risas de la concurrencia brotaron sin control.
No eran más de cinco o seis páginas.
El lector era capaz de memorizar tomos, enciclopedias y bibliotecas enteras... ¿El cuento de una niña?
¡Que bobada!
El viejo tomo el libro, si es que con tal nombre podríamos definir al cuadernillo, y comenzó a leer en voz alta para que todos escuchasen.
Trataba de un viejo y desvencijado espantapájaros que no tenia amigos y que cobraba vida en busca de alguien con quien compartir su vida. Alguien como el, extraño y fuera de lo común, que amase a las aves, a los gorriones que se posaban sobre su cabeza de paja.
Alguien que hiciera justo lo que no se espera de el.
Al momento el hombre termino con la lectura.
El espantapájaros regresaba al lugar del que partió... a su campo de maíz. El camino recorrido le había servido para darse cuenta de que cada uno tiene su lugar... y que no existe un mundo para sueños, ni para amistades ni amores cuando uno no es mas que una chaqueta vieja, un pantalón raído, un sombrero roto y un montoncito de hojas y ramas secas.
Puede resultar extraño,... pero durante un buen rato todos quedaron en silencio.
- ¿Como se llamaba el cuervo que miraba desde lo alto de una rama? .- Pregunto la pequeña.
Silencio.
- Judé .- Dijo el lector. - Ese era su nombre. Judé.
- Bien. - dijo la pequeña. - Veo que lo recuerdas bien.
Se escucharon murmullos de aprobación.
- ¿Qué esperaba? ¿Que no recordara algo tan simple?
- Tienes buena memoria. Creo que va a ser verdad eso que dicen de ti de que lo recuerdas todo. - comentó la pequeña al tiempo que daba media vuelta y empezaba a alejarse.
Se detuvo. Dio media vuelta y regresó sobre sus pasos.
- Una cosa... si me permites otra pregunta...
- Claro.
Silencio.
- ¿Lloré cuando leíste el cuento? .- Preguntó.
Silencio.
La pequeña dio media vuelta y continuó alejándose del lector increíble. Ciertamente tenia una memoria prodigiosa... tan prodigiosa como su incapacidad de sentir a una niña que había estado llorando durante todo el cuento sin que a el le importará.